El relato comienza en una celebración de Nochebuena, en casa de Stahlbaum, el médico de provincia, los niños Fritz y María están fascinados con los regalos colocados en el árbol de Navidad. Su padrino, el magistrado Drosselmeier, singular anciano muy hábil en mecánica, les regaló un castillo de juguete cuyos habitantes bailan al compás de una caja de música. De pronto, María descubre entre los demás juguetes un muñeco de expresión dulce y bondadosa, cuya función es partir nueces con la boca, y se prenda de él.
Al terminar la fiesta todos se van a dormir, pero María entra en el cuarto de los juguetes y ve cómo éstos han cobrado vida y, dirigidos por
el Cascanueces, están en plena batalla contra un ejército de ratones guiado por su rey. Luego de un gran susto, María participa también en esta guerra y se pone a favor de Cascanueces.
De repente la niña rompe sin quererla vitrina de los juguetes y se hiere. Pierde el conocimiento y; mientras está en cama, el viejo Drosselmeier le cuenta la historia de la princesa Pirlipat, que fue embrujada por la señora Ratona para vengarse de la reina por no haberla dejado comer todo el tocino. Sólo puede salvar a la princesita un joven capaz de romper con los dientes una durísima nuez. Quince años después la princesa es curada, pero el curador es convertido en un ser deforme igual al Cascanueces y la princesa se rehúsa a casarse con él.
María se cura de sus heridas y continúan los combates nocturnos en
hijel cuarto de los juguetes. Para aplacar el hambre del rey de los ratones, o de la ahora difunta señora Ratona, y salvar a Cascanueces, María le ofrece sus dulces preferidos y sus muñecos de azúcar. Finalmente, un día se da cuenta de que el salvador de la princesa Pirlipat es el sobrino de su padrino Drosselmeier, convertido por obra de magia en el Cascanueces. María está convencida de la ingratitud de Pirlipat por negarse a desposar a su salvador.
Una tarde, en casa del padrino, María se hace pequeñita, cae de su silla y encuentra un muñeco muy bien hecho: es el bello Cascanueces. Éste le pide casarse con él y reinar juntos en el palacio de mazapán. Ella lo acepta y, según dicen, al cabo de un año, llegó a buscarla en un carruaje de oro tirado por caballos de plata. Las bodas fueron muy rumbosas y María Stalilbaum fue reina de un país donde sólo se ven bosques de árboles navideños, transparentes palacios de mazapán y toda clase de cosas asombrosas.
Al terminar la fiesta todos se van a dormir, pero María entra en el cuarto de los juguetes y ve cómo éstos han cobrado vida y, dirigidos por
el Cascanueces, están en plena batalla contra un ejército de ratones guiado por su rey. Luego de un gran susto, María participa también en esta guerra y se pone a favor de Cascanueces.
De repente la niña rompe sin quererla vitrina de los juguetes y se hiere. Pierde el conocimiento y; mientras está en cama, el viejo Drosselmeier le cuenta la historia de la princesa Pirlipat, que fue embrujada por la señora Ratona para vengarse de la reina por no haberla dejado comer todo el tocino. Sólo puede salvar a la princesita un joven capaz de romper con los dientes una durísima nuez. Quince años después la princesa es curada, pero el curador es convertido en un ser deforme igual al Cascanueces y la princesa se rehúsa a casarse con él.
María se cura de sus heridas y continúan los combates nocturnos en
hijel cuarto de los juguetes. Para aplacar el hambre del rey de los ratones, o de la ahora difunta señora Ratona, y salvar a Cascanueces, María le ofrece sus dulces preferidos y sus muñecos de azúcar. Finalmente, un día se da cuenta de que el salvador de la princesa Pirlipat es el sobrino de su padrino Drosselmeier, convertido por obra de magia en el Cascanueces. María está convencida de la ingratitud de Pirlipat por negarse a desposar a su salvador.
Una tarde, en casa del padrino, María se hace pequeñita, cae de su silla y encuentra un muñeco muy bien hecho: es el bello Cascanueces. Éste le pide casarse con él y reinar juntos en el palacio de mazapán. Ella lo acepta y, según dicen, al cabo de un año, llegó a buscarla en un carruaje de oro tirado por caballos de plata. Las bodas fueron muy rumbosas y María Stalilbaum fue reina de un país donde sólo se ven bosques de árboles navideños, transparentes palacios de mazapán y toda clase de cosas asombrosas.
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