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lunes, 26 de febrero de 2018

Los Intereses Creados- Jacinto Benavente

En un país imaginario a principios del siglo XVII, el joven Leandro y el pícaro Crispín, amo y criado, llegan cansados, hambrientos y sin dinero a una posada. Leandro se muestra preocupado por la situación en que ambos se encuentran, pero al simpático y cínico Crispín, para salir del apuro, se le ocurre hacer pasar a Leandro por un gran señor que viene a la ciudad en misión secreta; por tal motivo, no debe revelar su nombre ni su origen. De este modo logra que el hostelero los atienda con toda la consideración del caso.
Ya alojados en la posada ayudan, pidiendo descaradamente el dinero al hostelero, al poeta Arlequín y a un capitán, quienes están en los mismos aprietos económicos que ellos, por lo que, agradecidos, el bardo y el mílite se ponen incondicionalmente a sus órdenes.
Otro personaje importante aparece en escena: la hermosa y mundana doña Sirena, una mujer sola que para esa noche ha organizado una fiesta, pero nadie le ha concedido crédito, todos quieren cobrar por adelantado y ella no tiene dinero. Crispín se entera del asunto y también de que a la fiesta asistirá el rico señor Polichinela con su hermosa hija Silvia, el mejor partido de la ciudad. El pícaro entonces promete a doña Sirena que los gastos correrán por cuenta de su señor, siempre y cuando ella invite a Leandro y además le presente a Silvia, pues su amo quiere enamorarla y casarse con ella. Leandro sabrá pagar generosamente sus buenos oficios a la anfitriona, si favorece sus planes. Doña Sirena accede.
Comenzada la fiesta, llega Polichinela con su esposa y su hija Silvia. En el diálogo que sostiene con la dueña de casa se ponen de manifiesto la adulación de doña Sirena, la prudencia de Silvia, el valor adjudicado por Polichinela al dinero, así como también su autoritario amor de padre.
Leandro y Silvia son presentados simpatizando inmediatamente. De pronto, Polichinela y Crispín se encuentran por azar y éste reconoce a aquél: habían sido antiguos compañeros de presidio. Cuando Polichinela se entera de que Crispín sirve a Leandro, sospecha que éste es otro aventurero, otro bandido con fortuna como él. El astuto Crispín aparenta ponerse de parte de Polichinela y le aconseja separar a Leandro de Silvia; él sabe por experiencia que en cuanto el padre prohíba a su hija ver a Leandro, hará que se acreciente su mutuo amor, pues ambos ya están profundamente enamorados.
Hay numerosas intrigas, enredos y estratagemas por parte del pícaro Crispín para que triunfen los nobles sentimientos de su amo, a quien la justicia persigue por deudas contraídas en otras ciudades; además, toda la gente del pueblo está indignada contra el infame Polichinela, quien ha hecho su fortuna en forma ilícita.
Cuando Leandro se inquieta por el cariz que van tomando los acontecimientos, Crispín responde con palabras y conceptos llenos de verdad y sutileza, en un monólogo a través del cual Benavente externa sus convicciones sobre el amor, los escrúpulos, la honradez, el dinero, la mentira, la ambición, la felicidad.
Más tarde, el astuto y fiel criado revela a Leandro sus intenciones. Todos se sentirán presionados por los intereses que ha creado el habilidoso Crispín y desearán que ambos jóvenes, Silvia y Leandro, logren su más ferviente anhelo, casarse, y de este modo todos saldrán beneficiados.
Si la boda no se realiza, no podrán cobrar el hostelero, el prestamista, doña Sirena, el doctor en leyes y su secretario quienes vienen a encarcelar a Leandro. Y además de todo esto, Polichinela perderá su honor, porque Silvia se ha refugiado en casa de doña Sirena y luego se ha comprometido más, yendo con ésta a casa de Leandro.
Finalmente, cuando todo parece malogrado, la farsa se resuelve en un final feliz: Polichinela, acorralado, autoriza la boda, y así la obra se cierra con una visión optimista y positiva de la vida, donde se postula el triunfo del amor, expresado en las palabras de Silvia antes de caer el telón.
Los intereses creados, estrenada en 1907, es una de las comedias más notables y aplaudidas de Jacinto Benavente, por su valor artístico y extraordinaria calidad literaria y humana. Esta obra pone de manifiesto el ingenio, las dotes de observador, el sentido crítico que divierte y no hiere, el hondo lirismo, la sutileza psicológica del autor, sobre todo para la creación de personajes.
Su estructura y estilo sencillos, el vocabulario cotidiano en el diálogo ágil, chispeante y vivaz dan un aire de verdad a esta comedia, por eso se ha dicho de ella que es poema y drama de la existencia moderna.
En esencia, esta comedia tiene un realismo penetrante, matizado de fantasía y de alto vuelo poético. Además, el de Benavente es un teatro anti retórico, pues está despojado de efectismos convencionales, énfasis superfluos y sentimentalismo rayano en sensiblería, todo ello característico de su época.


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